Para mí una semana más de
vacaciones, para otros una semana para explayarse, para otros una semana normal
y para otros una semana para fomentar más inadaptados.
Una ciudad turística no es digna
de tal apreciativo si no tiene unas festividades que la caractericen aunque la
mayor parte de sus habitantes desconozcan los acontecimientos que dieron fruto
a la semana de vacaciones.
Las bolsitas de aguas pasan de
ojo a ojo.
No es que la gente se tire
bolsitas de agua teniendo en su conciencia que en un día como ese en 1811 estaba en juego la independencia de la
ciudad pero al menos tengan coherencia histórica, empezando desde la
administración de la alcaldía que alza estatuas en honor de los españoles e
ingleses.
La semana de fiestas en Cartagena
me recuerda a la película “The Purge: Anarchy” donde el gobierno Estadounidense
da a sus habitantes un día al año para satisfacer sus deseos violentos donde
sólo por 24 horas todo acto es considerado “legal”, claro en esas 24 horas la
gente que no va a “purgar” se encierra en sus casas y espera a que pase el
“circo”.
El dilema de combinar un evento
privado con uno público.
Antes de la hora no falta el
típico comentario “aja hoy presentan las reinas por tv” y parte de la familia
se congrega frente al aparato televisivo para presenciar ese espectáculo donde
interactúan las reinas con los cantantes invitados, siempre con el escepticismo
de que en alguna ocasión alguien pase el oso o se desvíe de los planificado.
Una noche estelar donde nos
vislumbramos y embobamos por la belleza de las reinas regionales, ocultas bajo
el maquillaje y los vestidos de baño y por medio de los medios de comunicación
disimulando un evento que solo es presenciado por personajes conocidos de la farándula
en un lugar exclusivo de la ciudad dentro de unas fiestas de orden público. Erradicar
el bando de la independencia para agregarlo a las comparsas del reinado
nacional tiene mas que ver con Marketing que con cultura. Alguien tiene que
preocuparse por eso.
Cerrar las ventanas de las
busetas para que no pasen las bolsitas de agua
El drama de salir en plenas
fiestas novembrinas es tal que te rodean de dos a tres personajes, los cuales a
simple vista (como espectador), no se sabe si te están atracando o te están
pidiendo “una monedita”, de igual forma el susto te lo llevas. No falta el tipo
o la tipa con cara de serio modo “Batman” “¡Yo no voy a dar plata!” a lo que
estos personajes evitan gastarse maicena o azulin para ahorrarse lo poquito que
tienen.
Te expones a que te pinten el
carro o te rayen la novia y luego poner como excusa que estamos en fiestas.
El problema es que las bolsitas
de agua no solo las llenan de agua sino de cualquier sustancia o material que
maximice el objetivo de éstas, dependiendo de la meta de quien las hace, sea
causar daño o dejar un olor permanente por varias horas.
Se puede llegar a concluir que
ese es el lado malo de las costumbres que se toman los cartageneros a lo largo
de la evolución de las fiestas novembrinas, pero el problema viene cuando usan
la latas de las espumas para disfrazar un sentimiento de enemistad y propiciar
la violencia que seguramente florece desde el interior de sus “hogares”, imitando
una de las feroces batallas libradas en la ciudad alrededor del año 1811 para
lograr tal independencia.
Desde acá se nota como el ser
humano, y hablo a manera general, va retrocediendo, perdiendo el estereotipo
general de homo-sapiens, de hombre contemporáneo; y al mismo tiempo perdiendo
identidad cultural, eso amoldado desde el comportamiento inherente de éste a
recurrir a la violencia como forma de diversión, políticamente patrocinada por
los altos dirigentes del mundo actual que prometen un camino prolijo atendiendo
a las necesidades y opiniones de la población y en vez de eso fallan en lo
referente a toma de decisiones incidiendo en temas de salud, educación y
viviendas que son las necesidades básicas que más azotan las preocupaciones del
mundo entero.